miércoles, 8 de abril de 2015

Las Natalias y yo. Vol.1: De la autoestima, el cielo nostálgico y el sin faltante 'no sé'

Hago mi mejor intento. Lo sabes.
Pero el espejo no es un buen amigo mío y siempre recuerdo las cicatrices en nuestras piernas y el coraje que nos da vernos así. 
El asunto de nuestro peso siempre ha sido tema de discusión y aunque roja y púrpura disfrutan de las tonalidades de nuestro cabello, considero que aún existen razones para estar inseguras, ¡sólo mirémosnos! Con eso basta.
Pues a mí me parece que no sólo nos vemos encantadoras, sino también lucimos acorde a lo que amarilla siempre quiere decir. Sabemos que ella suele ser quien más razona ¿o no? 
Además somos graciosas y nuestro corazón anda contento últimamente. ¿Acaso no es una razón más para sonreír? ¡Las cosas van viento en popa!
Concuerdo con púrpura, además, ¿han visto cómo se fijan más en nosotras? Eso no pasaba antes y sí, me he tomado el atrevimiento de practicar mis miradas... Aunque todas sabemos con qué fin. Nuestros ojos arden en este instante. 
Rojita, sin ánimo de ofender, si bien estamos en un momento de euforia, no podemos olvidarnos de nuestras prioridades. Tenemos que organizarnos y enlistar nuestros pendientes. Recuerden que se acerca un examen importantísimo para nosotras y es por eso que debemos acallar un poquito esas cuestiones con las que siempre sales.
Pues yo no quiero ni estudiar. Seamos sinceras, ¿acaso no lo intentamos ya una vez?
No era el momento azul, ahora sí que lo es.
Estoy de acuerdo con púrpura. Azul, dejamos encargamos de esto, puedes dormir mientras pasa.
¿Y si no pasamos? ¿Qué vamos a hacer? No tenemos empleo, tampoco un cartón de tituladas y el tiempo corre. 
¡Vámonos de viaje!
No. ¿Qué te pasa? Nunca. Por ahora no es buena idea.
Yo sólo decía. Igual sabemos todas que es lo que queremos, eso y pasar más tiempo con...Shhhhhhhhhh. Ayyyy :(
Jajajajajaja no seas tan cansona amarilla, todas sabemos que necesitamos del picante de rojita para sonreír siempre.
A mí me da igual. ¿Creen que en serio somos suficientes? No nos engañemos.
¿Suficientes?
¡Verde! Es lindo verte
He estado escuchando un poco. Nosotras no necesitamos ser suficientes. Sólo ser. Tenemos qué. Todos tienen un propósito y si en nuestro camino se cruza o sale alguien, alguna importancia ha de tener. Tranquilas chicas, sin ataduras o miedos. Amarilla, deja de intentar mantener y ejercer el control. Sabemos bien que roja y púrpura la pasan muy bien juntas, pero, no podemos olvidarnos de azul. Bien o mal, ella nos recuerda aún nuestros temores y saben que si no le prestamos atención ocasionalmente, suele ser más poderosa que todas juntas. Respiremos y vivamos el día o bueno, la noche. Creo que tenemos sueño.
Uy, sí ¡me encanta cuando soñamos con él!
Mañana es un largo día y Azul debe apaciguarse, tenemos cita psiquiátrica.
Además iremos con Mami y estamos respaldadas por muchas personas, todo saldrá bien.
Yo siempre estoy cansada.


Abril 8, 11:26pm
Tengo una ensalada de atún. Hace frío y siento mareada la cabeza. Tal vez son las nubes, espesas y lentas, anidadas sobre mí. No sé qué viene ahora y entre ansiedad y emoción, intento masticar los trocitos de pasta. Me siento extrañamente tranquila y somnolienta, como si una parte de mí anhelara descansar. Eso sí, voy a la cama con una sonrisa, agradecida de muchas cosas que han sucedido últimamente y a la espera de organizar un poco ciertos pensamientos que a veces son tan contrarios que parecen provenir de una otredad. 

lunes, 9 de marzo de 2015

Notas para no dormir: Marzo- El infortunio de querer ser niño aún a tus 21. ¿o no?

Anhelo el optimismo. 
Ese optimismo que cuando pequeña se reflejaba en mis grandes ojos café. Comenzando por el contacto con las ranitas en Palenque que se colaban en la casa de mi abuela buscando un resguardo húmedo y 'seguro'.

Recuerdo bien mis días allí. 

Había un árbol grande, justo en la casa de al lado,  donde mi padre colgaba un columpio atado de cabuyas a la rama más fuerte.
La rama no lograba contener tanto peso y sin embargo el árbol sólo se tambaleaba, jamás caía. Creo que es posible que sea un árbol sin haberlo notado.

Me sentaba en aquella tabla de madera y me mecía, mirando al cielo y escuchando los sonidos del campo...Éramos el infinito y yo.

 Entre mis divagaciones hablaba conmigo misma en voz alta; es una costumbre que aún está conmigo. Luego y no sé si esto le suceda a alguien más, inventaba historias, las narraba en voz bajita e interpretaba a cada personaje, mientras daba vueltas intentando marearme. Creyendo que la rapidez de aquellos giros y su terminación abrupta, daría a la historia un toque de dramatismo...Quería llegar a la cumbre.

Solíamos quedar en las noches con mi hermanita a ver las estrellas e ingenuamente divisar OVNIS y estrellas fugaces. Me sentía tan pequeña en aquellos momentos. Ahora me lo repito cada día.

En las tardes junto a una prima, jugábamos con muñecas que dibujábamos de papel, fue una simple ocurrencia bastante ingeniosa para los momentos de lluvia en el lugar. Era un carnaval creativo que ni siquiera comprendíamos. Éramos nosotras, imaginando y en un proceso de creación asombroso para niñas de tan corta edad. Era de esas cosas que no tienen espacio en un colegio o alguna institución de educación.

Las noches tenían una luna preciosa, los grillos desesperados como violines ardientes, hacían sus sonidos de apareamiento y yo, completamente asustada, huía de los pequeños bichos que se aglomeraban al rededor de cualquier fuente de luz que se encontraran en el camino.

Llevaba cuadernos, donde relataba historias de amor entre personajes heroicos, pero cual George R. R. Martin, gustaba de asesinarlos de forma repentina y muy dolorosa a mi parecer. Era plácido derrumbar todo ese cariño para dar paso a frías venganzas. ¡Vivan esas ideas negacionistas del amor a los 10 años! Desearía poder tenerlas aún, para no caer ilusa ante mis fantasiosas historias que nunca llegan, porque en la soledad he terminado encontrando la compañía cada vez que un pedazo de mí se pulveriza.

Quiero esconderme de ese pesimismo.
Ese pesimismo que lloraba la muerte de las ranitas en su hábitat, porque para mí era devastador que tales seres solo fueran una 'parte más' de la cadena.

La sensación de que aquel árbol caería pronto por mi peso, que era excesivo para una pequeña de mi edad. Ya que de las tres niñas que viajábamos, era conmigo, con quien más peso se aguantaba.
El cielo moviéndose, un tanto más lento que mis vueltas en el columpio. Con la gran diferencia de que aquel giro, es el que nos pasa la cuenta de cobra y reajusta todo con la vejez, ese estado que considero miserable para cualquier ser vivo.

Las lágrimas que se escurrían en mis cachetes inmensos, por no saber cómo darle un buen final a las historias. Por siempre destacar aquel papel del villano creado por causalidad, mas no nacido así e identificarme con él.

Mi preocupación de ser tan pequeña y que ni siquiera las personas más cercanas notaran mi presencia. Las veces que fui despreciada en el colegio y lo mucho que me costaba admitir que en parte era mi culpa, porque no sabía lo que hacía, pero por otra parte, la culpa de una sociedad en la que los niños son educados para ser crueles con quien representa una diferencia.

Los cuerpos que envidiaba de cada muñequita que dibujaba, con sus largas cabelleras y cuerpos estilizados. Tan diferentes a mi ombligo salido y mi cabello negro con corte parejo, mi sonrisa de dientes torcidos y de castorcito. Sus ropas a la medida.
En secreto, debajo de las sábanas, tocaba mi barriga y la movía de un lado al otro y por ese entonces pedía a mi amigo imaginario que me ayudara a que aquel aspecto no fuera igual el día siguiente. 

La alegría de ver arder bichos en el fuego. Sintiéndolo como una compensación a mis miedos. Y ellos realmente con ninguna culpa ya que nosotros éramos allí los invasores.  

Las ideas de querer destruir todas esas historias de amor, por estar completamente convencida de que nunca me pasaría cosa tal como enamorarme y menos que alguien llegase a enamorarse de mí, con mi aspecto y forma de ser tan extraños en esta tierra. Mi gusto renegante de las muestras de cariño a las cuales consideraba todas un acto de hipocresía humana. Las palabras que brotaban tan fuertes e insignificantes que se decían las parejas de esposos campesinos, que laboraban todos los días arduamente para mantener un hogar. Y que a espaldas de su pareja poseían hijos de otras madres o padres.

 Quisiera poder decir que extraño mis días de niñez, ahora que lucho contra mi yo veintiunañera y la falta de capacidades que borré al olvidar los sueños que rondaban cuando era menor. Pero la verdad es que no extraño esa infancia en absoluto. Extraño una infancia que creé en mi mente, en la cual amaba viajar a ese sitio y era simplemente feliz. Me olvidaba de 'los problemas' que pasaban en una ciudad llamada Bogotá, a tan sólo dos horas de allí... Es eso lo que realmente quisiera que hubiese pasado. Pero con 11 más encima, aún estoy en ese columpio, mezclando mis lágrimas con la lluvia y sin saber como seguir el curso de la historia, mí historia. 



miércoles, 7 de enero de 2015

Héroe melancólico


Nuestros corazones laten, fuego lento pero fuerte.
Recojo mis puños contra tu pecho.
Quiero contenerme.
Y vienen esas lágrimas,
Encendidas e incómodas,
Intentando absorberlo todo,
Tragar la intesidad del ensueño...
Despertarme.

Es tu pecho acelerado,
Mis manos temblantes
¿Ansiedad o medicamento?
Puede ser, pero estás tú.

La respiración opta por susurrar,
Me delata
Y no sé qué tanto deseas de mí.
Ojalá éstas noches,
Las risas imperdonables,
Y el deseo de seguir durmiendo
encontrándote plácido, la mañana siguiente.

La mujer de anotaciones púrpuras algún día tachó un nombre y decidió olvidarse del afecto. Cubrió con una coraza a su endeble y poco resistente corazón. ¿Cómo iba a saberlo?
Después de tocar la profundidad de su vacío oscuro y entender de sobra el poder de sus pensamientos poco amables, puso una cajita con sus penas en un rincón.
Llega él, sin más pretensiones que recordar que es eso, sólo un nombre (A.P, siempre) y de nuevo se sobreescribe, esta vez con la diferencia de que ha logrado aquello que nadie hizo antes, mostrarse vulnerable y permitirle a ella serlo...



Para Santi,
Gracias por lograr sanar mis cicatrices. Es pronto, pero insisto en lo mucho que te quiero y la alegría de por fin encontrarte, para poder encontrarme. Espero que si algún día en una de esas charlas amarillas sale este texto a por ti, entiendas que mucho antes de tus manos agarrándome, estaban mis pies, intentando no flotar.



viernes, 28 de noviembre de 2014

Ruptura

Cada quien, a su modo de ser, precisa una forma de hacer catársis. El recogimiento o acongojo varía y pese a que pueden fijarse ciertas similitudes en el comportamiento de los individuos, las vertientes son inciertas y poco predecibles.
Me tomo el atrevimiento de pensar justamente en esas, las similitudes, para no sentirme tan aislada en este proceso.

No siendo muy amiga de las numeraciones, creo pertinente mencionar un temblor que momentáneamente se trepa sobre extremidades en conjunto con una sensación hielosa, similar a una mañana muy fría de martes. De repente, puntas de dedos parecen ya no sentirse y se tornan fijas, sin vida.
El llanto puede o no aparecer.
Más bien sí, pero nunca de la misma forma.
Intensidad, ritmo y tiempo de duración cambiantes; lágrimas, lagrimones, gotitas o sólo ojos apachurrados.
Ese nudito en la garganta, medio ahogado, simulando un grito mal pegado (o mejor aún, un no-grito).
Mirada fija en un punto, realmente no importa cuál.
Y luego, letargo.
Un cuerpo abandonado a sus anchas, como una escena del crimen; una muy íntima y poco oportuna.

Al iniciar este blog, anuncié a mis adentros el deseo de quitar el toque confesional que los pasados tenían... De nuevo escribo, a manera de testimonio, sin más. Así es mi voluntad 'inquebrantable'.
Esta noche, para ser honesta, eso me tiene sin cuidado.
Tengo otras marañas en la mente.
Pienso por ejemplo, que hay cosas que debo resolver y asuntos que creí olvidados pero que nada más se tomaban una siesta a cuesta mía.
Regresan y con ellos, me voy yendo, de a poquitos.

Despertar es más complicado. Ojos hinchados, labios secos y dolor de cabeza. Síntomas de malestar general y una fiebre interna que no se apaga con analgésicos. Tres resacas montadas sobre uno y sin exagerar, tal vez más.
Deseo detenerme, no lo dudo.
Poder ya es distinto.

Terminando esta entrada, queda decir que el vacío continúa.
Me siento solísima y paso por esto cada noche, agarrada de lo que puedo, como si se tratara de sosternerse y aguantarse, con miedo a que se acerque una caída vertiginosa. Espero a entraña y corazón que la calma vuelva, aunque siempre he sido más de pequeñas catástrofes. No, no deseo atención y espero que no se refleje lo contrario por lo que escribo. Sólo necesito dejar en algún lado esta constancia post-loquesea, ya que puede llegar a ser clave en un futuro proceso de desintoxicación.
Ojalá...
En serio. Ojalá.

miércoles, 5 de noviembre de 2014

Notas para no dormir: Noviembre.

Hay árboles con hojas marchitas.
Hojas que se desprenden una a una, sin dolor.
Es un adiós rápido, casi fugaz.
Miro el suelo y piso sus rastros naranjas que rugen al son de la zuela.
Caminar se torna en un acto destructivo.
¿Quién debe echar raíces ahora?

Sin tacto he acabado con cada pedazo.
Desconociendo el infortunio de una despedida inevitable.
Esbozando una sonrisa insatisfecha pero mordaz.
Sin distinción del gozo o la pena.

Hay un túnel que se extiende y se proyecta sobre mí.
Parajes inciertos que ante cualquier tentativa se desdibujan, para vestirse de espejismos.
Carcajadas y gestos significantes, no trascendentes.

Te he visto como el producto de un mal sueño.
Y yo sigo sin dormir.

Hay una voz que a medias me llama.
Su nombre y el mío son similares.
¡Acalla el ataque de aquel que no logra entender!
Pero así es como termino tendida y sin palabra alguna.

¿Qué es tan importante?
En realidad nunca lo he sabido.

Entierra esos dedos tuyos tan rápido como puedas.
Olvídate de las conversaciones lunares de cada Miércoles y el azul de los Jueves que se desprende en la mañana.
Huir es elección pero a cambio se obtiene el tacto indiferente de una figura solitaria.


Hay hojas, desprendidas, pisoteadas.
El asfalto se viste de naranja añicos.
Ahora es cuando y no después.
Entonces me veo toda hecha incertidumbre.
No hay una palabra válida.
No hay una caricia que no se apegue a la inmediatez.
Es el negativismo nocturno, las puertas atascadas y los rumores incautos.
Es mi estampa, es mi pelo y también la maraña que entre él y mi cabeza se tambalea, sin rumbo.



miércoles, 8 de octubre de 2014

Laberintos (II)

Existe un punto de partida, sin terminación fija.
Hay una insatisfacción que no puede ser negada.
Una ausencia sin especificación.
¿Cómo es que se és su propio calabozo?
Pasan noches, ellas tan amigas mías como siempre y entonces, atraviesa una persecución.
Proyecciones que se balacean y transportan en un zigzagueante movimiento.
Es algo confuso.
Busco causas y consecuencias, de lo que viene y vendrá.

Nos hacemos a pedazos, como construcciones endebles.
Y es que, se puede invertir el tiempo en algo más alegre -esto me lo recrimino al pasar las diez- sin embargo, ¿acaso no soy también esta telaraña nocturna, madeja inquieta lunar?
Soy estas dudas y también pedacitos de inseguridades.

La vulnerable condición a la que me veo expuesta, con cada alfil. No puedo asegurar el juego.
Sé que pierdo. Sé que me pierdo.
Pero no debería revelarlo.
Cables que se intercalan y deberían conectar.
Rastros que buscan cicatrizar, que más que infectar, se hunden y te jalan consigo. No es justo, del todo.

Quisiera entender el porqué de esta condición.
A veces la minimizo, pero retorna.
Sabe cómo volver.
Con esto no se 'carga', solo se está.

Se quieren justificar los impulsos.
Empujones que me lanzan a la deriva.
Como si realmente me importara.
Aún así, me engancho.
Fiel y aferrada, garrapata de huesos y carne.

¿ a qué?
A la nada.
A la canción que suena.
A la línea de una bella actriz.
Al olor de uno de esos días.
Al frío en mis pies.
Al recuerdo.
A nadie.


Ni los peces, ni la muerte, son tan insensatos como el ser humano para caer por su boca.
Ni la boca, ni el humano, tienen la muerte del pez.
La muerte se jacta con humanos creyéndose peces.
A los peces no les importa morir.

viernes, 26 de septiembre de 2014

Testimonio

Él cargó una, dos y tres veces. El reloj marcaba un sin tiempo, como cuando son detenidas las manecillas, sólo que en este caso, se trataba de un tablero.
Las cosas que había hecho, no cumplían con la justificación necesaria ante el común. 
¿Qué hacer?
Si tomase un calendario podría marcar enfurecido las seis fechas en las que debió refugiarse. 
A cambio de eso, no ha podido volver a salir, entre el ocho y el quince del mes.

 Hoy es Lunes.

Cuando un hombre cae por el peso de una idea, ya es difícil volverle a levantar. 

La noche anterior se encontraba mirando el canal cinco. Una mujer de avanzada edad personificaba a una mujer de dinero y prestigio. Entonces el hombre se levantó, ya que de todas formas esas historias siempre tenían el mismo fin.

Cerró la puerta, doble llave, un candado.

La voz de una vecina se colaba por las paredes del baño y aunque él quisiera desprender de sus oídos aquel sonido, éste retumbaba, calándole profundo, punzando y fermentando la dura coraza que cubría el cerebro.

¡No me jodan más! - Dijo con tono parasitario, intentando escabullirse en las sábanas rojinegras que cubrían la cama.

Tuvo un sueño. Uno en el que se ponía de pie y no debía usar grandes zapatos. Indoloro y esperanzado, dibujaba un trazo simétrico-regularizado, algo jamás entendido y hecho, incomprensible a la vista y entendimiento de cualquier sujeto.
Un ruido acompañaba su dicha y fue entonces cuando posó el cuerpo sobre el trazo. Se aligeró por completo y sintió calma.
El hombre implosionó, sin dejar rastro alguno en el suelo.

Cae entonces al piso frío, hombre completo a medias. Refunfuña e intenta apoyar los brazos para retornar a su letargo. Pero las ilusiones nocturnas son acartonadas y cuando se anhelan, se deshacen, no sin antes burlarse de la infortunada inhabilidad humana ante ellas.

Una centinela para despertar.

Ha amanecido, las pestañas no despejan, pero el sol anuncia su presencia. Quizás ocho, quizás diez. No quiero despertarte, noté tu molestia a mitad de la noche. ¡Qué inoportuna sería al tocar el día de hoy!

Abriste los ojos y no te importó notarme cerca.

Miras la hora, fijamente.

Sé que intentas actuar bajo una muy bien disimulada calma y que no tienes motivos para hacerme esperar.

Sin embargo, no me miras y eso, no puedo soportarlo.

Entonces te grito, porque en verdad me ofendes, creyéndome ingenua.

Te limitas a voltear un poco y desvías los ojos hacia el calendario. ¿Recuerdas aquel día? Al parecer sí, porque aprietas y abres el puño y golpeas esa insensible pierna tuya.

Me parece fascinante saber que no olvidas la vez primera  en la que a través de esas pupilas, viste mi reflejo. Es halgador, mas me preocupa que no hayas entendido esto del todo.
 Te noto desorientado.

Sabes lo poco cautelosa que llego a ser y mi debilidad por las grandes tragedias. Sabes que me estremece un paso en falso, una mala jugada y los desastres de invierno.
Sabes de mi caos y el disfrute que me provoca.

Pero en realidad no sabes lo que haces.

Me temo por encontrarte tan perdido en mí. Buscando cualquier pretexto. Eres mortal, es poco usual, aquí me tienes de todas formas.

Último hombre en pie

Dicen que el arrepentimiento no es más que cobardía con retraso.
Cuando dejé de moverme como usualmente lo hacía, no quería culparme.
 No tenía por qué.
Alguien debe pagar y en eso soy firme.
Es por eso que no di espera para ir por el primero y hacer justicia con mi mano.
La invalidez no fue impedimento y ¡vaya!, así se reduce la sospecha tan característica de todo crimen.
Pero no es crimen y yo soy justicia. Porque fui carne de cañón e hicieron de mí este medio hombre.
Visitarlos era fácil.
Sus familias no andaban al pendiente y con tres pepazos me los bajaba.
Algunos conservaban el uniforme.
Fue el siete, quedaba José Maria.
Tres de la tarde, un día sin luz.
 Tenía un perro que le cuidaba el patio.
Fui cordial y el encuentro duró lo necesario.
Una vez detenido el aliento, retrocedí en busca de la puerta.
No,no,no,no puede ser.
Yo vi que se encontraba solo, el jodido animal no había ladrado y a las tres de la tarde no se está en casa.
Esquemas complejos con las posibles salidas en caso de un apuro. ¡No sirvieron de nada, de esto no saldría fácil!
Estaba ahí, de pie.
Dejó caer el camión, con ganas de gritar, yo lo oía en su silencio. ¡No lo soporté!
Quedaba una bala, accioné y dejé que ingresara, fuese donde fuese.
Miserable.
De regreso a mi acentamiento, escucho alarmas bulliciosas.
La señora del sexto piso no se calla.

Es domingo y he caído de mi cama, no resisto, soy un cobarde.
Tuve ese sueño. Como siempre.

Es Lunes, cargo una, dos, tres veces. El maldito reloj se ha dañado. Los números del calendario se burlan. Saben de mi encierro.
No éste, aquel que le precedía.
Sin despedidas, así me parece mejor.
Siete días y no más.
Con esto sello mi condena.
He enjuiciado a mis captores.
La lucha por mi libre partida ha culminado.
Y es que nunca hubo nadie, sólo un espectro.
Me hago pedazos para renacer.
La veo.
Y también al camión.

¿Qué haría usted?