miércoles, 5 de noviembre de 2014

Notas para no dormir: Noviembre.

Hay árboles con hojas marchitas.
Hojas que se desprenden una a una, sin dolor.
Es un adiós rápido, casi fugaz.
Miro el suelo y piso sus rastros naranjas que rugen al son de la zuela.
Caminar se torna en un acto destructivo.
¿Quién debe echar raíces ahora?

Sin tacto he acabado con cada pedazo.
Desconociendo el infortunio de una despedida inevitable.
Esbozando una sonrisa insatisfecha pero mordaz.
Sin distinción del gozo o la pena.

Hay un túnel que se extiende y se proyecta sobre mí.
Parajes inciertos que ante cualquier tentativa se desdibujan, para vestirse de espejismos.
Carcajadas y gestos significantes, no trascendentes.

Te he visto como el producto de un mal sueño.
Y yo sigo sin dormir.

Hay una voz que a medias me llama.
Su nombre y el mío son similares.
¡Acalla el ataque de aquel que no logra entender!
Pero así es como termino tendida y sin palabra alguna.

¿Qué es tan importante?
En realidad nunca lo he sabido.

Entierra esos dedos tuyos tan rápido como puedas.
Olvídate de las conversaciones lunares de cada Miércoles y el azul de los Jueves que se desprende en la mañana.
Huir es elección pero a cambio se obtiene el tacto indiferente de una figura solitaria.


Hay hojas, desprendidas, pisoteadas.
El asfalto se viste de naranja añicos.
Ahora es cuando y no después.
Entonces me veo toda hecha incertidumbre.
No hay una palabra válida.
No hay una caricia que no se apegue a la inmediatez.
Es el negativismo nocturno, las puertas atascadas y los rumores incautos.
Es mi estampa, es mi pelo y también la maraña que entre él y mi cabeza se tambalea, sin rumbo.



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