Él cargó una, dos y tres veces. El reloj marcaba un sin tiempo, como cuando son detenidas las manecillas, sólo que en este caso, se trataba de un tablero.
Las cosas que había hecho, no cumplían con la justificación necesaria ante el común.
¿Qué hacer?
Si tomase un calendario podría marcar enfurecido las seis fechas en las que debió refugiarse.
A cambio de eso, no ha podido volver a salir, entre el ocho y el quince del mes.
Hoy es Lunes.
Cuando un hombre cae por el peso de una idea, ya es difícil volverle a levantar.
La noche anterior se encontraba mirando el canal cinco. Una mujer de avanzada edad personificaba a una mujer de dinero y prestigio. Entonces el hombre se levantó, ya que de todas formas esas historias siempre tenían el mismo fin.
Cerró la puerta, doble llave, un candado.
La voz de una vecina se colaba por las paredes del baño y aunque él quisiera desprender de sus oídos aquel sonido, éste retumbaba, calándole profundo, punzando y fermentando la dura coraza que cubría el cerebro.
¡No me jodan más! - Dijo con tono parasitario, intentando escabullirse en las sábanas rojinegras que cubrían la cama.
Tuvo un sueño. Uno en el que se ponía de pie y no debía usar grandes zapatos. Indoloro y esperanzado, dibujaba un trazo simétrico-regularizado, algo jamás entendido y hecho, incomprensible a la vista y entendimiento de cualquier sujeto.
Un ruido acompañaba su dicha y fue entonces cuando posó el cuerpo sobre el trazo. Se aligeró por completo y sintió calma.
El hombre implosionó, sin dejar rastro alguno en el suelo.
Cae entonces al piso frío, hombre completo a medias. Refunfuña e intenta apoyar los brazos para retornar a su letargo. Pero las ilusiones nocturnas son acartonadas y cuando se anhelan, se deshacen, no sin antes burlarse de la infortunada inhabilidad humana ante ellas.
Una centinela para despertar.
Ha amanecido, las pestañas no despejan, pero el sol anuncia su presencia. Quizás ocho, quizás diez. No quiero despertarte, noté tu molestia a mitad de la noche. ¡Qué inoportuna sería al tocar el día de hoy!
Abriste los ojos y no te importó notarme cerca.
Miras la hora, fijamente.
Sé que intentas actuar bajo una muy bien disimulada calma y que no tienes motivos para hacerme esperar.
Sin embargo, no me miras y eso, no puedo soportarlo.
Entonces te grito, porque en verdad me ofendes, creyéndome ingenua.
Te limitas a voltear un poco y desvías los ojos hacia el calendario. ¿Recuerdas aquel día? Al parecer sí, porque aprietas y abres el puño y golpeas esa insensible pierna tuya.
Me parece fascinante saber que no olvidas la vez primera en la que a través de esas pupilas, viste mi reflejo. Es halgador, mas me preocupa que no hayas entendido esto del todo.
Te noto desorientado.
Sabes lo poco cautelosa que llego a ser y mi debilidad por las grandes tragedias. Sabes que me estremece un paso en falso, una mala jugada y los desastres de invierno.
Sabes de mi caos y el disfrute que me provoca.
Pero en realidad no sabes lo que haces.
Me temo por encontrarte tan perdido en mí. Buscando cualquier pretexto. Eres mortal, es poco usual, aquí me tienes de todas formas.
Último hombre en pie
Dicen que el arrepentimiento no es más que cobardía con retraso.
Cuando dejé de moverme como usualmente lo hacía, no quería culparme.
No tenía por qué.
Alguien debe pagar y en eso soy firme.
Es por eso que no di espera para ir por el primero y hacer justicia con mi mano.
La invalidez no fue impedimento y ¡vaya!, así se reduce la sospecha tan característica de todo crimen.
Pero no es crimen y yo soy justicia. Porque fui carne de cañón e hicieron de mí este medio hombre.
Visitarlos era fácil.
Sus familias no andaban al pendiente y con tres pepazos me los bajaba.
Algunos conservaban el uniforme.
Fue el siete, quedaba José Maria.
Tres de la tarde, un día sin luz.
Tenía un perro que le cuidaba el patio.
Fui cordial y el encuentro duró lo necesario.
Una vez detenido el aliento, retrocedí en busca de la puerta.
No,no,no,no puede ser.
Yo vi que se encontraba solo, el jodido animal no había ladrado y a las tres de la tarde no se está en casa.
Esquemas complejos con las posibles salidas en caso de un apuro. ¡No sirvieron de nada, de esto no saldría fácil!
Estaba ahí, de pie.
Dejó caer el camión, con ganas de gritar, yo lo oía en su silencio. ¡No lo soporté!
Quedaba una bala, accioné y dejé que ingresara, fuese donde fuese.
Miserable.
De regreso a mi acentamiento, escucho alarmas bulliciosas.
La señora del sexto piso no se calla.
Es domingo y he caído de mi cama, no resisto, soy un cobarde.
Tuve ese sueño. Como siempre.
Es Lunes, cargo una, dos, tres veces. El maldito reloj se ha dañado. Los números del calendario se burlan. Saben de mi encierro.
No éste, aquel que le precedía.
Sin despedidas, así me parece mejor.
Siete días y no más.
Con esto sello mi condena.
He enjuiciado a mis captores.
La lucha por mi libre partida ha culminado.
Y es que nunca hubo nadie, sólo un espectro.
Me hago pedazos para renacer.
La veo.
Y también al camión.
¿Qué haría usted?
Las cosas que había hecho, no cumplían con la justificación necesaria ante el común.
¿Qué hacer?
Si tomase un calendario podría marcar enfurecido las seis fechas en las que debió refugiarse.
A cambio de eso, no ha podido volver a salir, entre el ocho y el quince del mes.
Hoy es Lunes.
Cuando un hombre cae por el peso de una idea, ya es difícil volverle a levantar.
La noche anterior se encontraba mirando el canal cinco. Una mujer de avanzada edad personificaba a una mujer de dinero y prestigio. Entonces el hombre se levantó, ya que de todas formas esas historias siempre tenían el mismo fin.
Cerró la puerta, doble llave, un candado.
La voz de una vecina se colaba por las paredes del baño y aunque él quisiera desprender de sus oídos aquel sonido, éste retumbaba, calándole profundo, punzando y fermentando la dura coraza que cubría el cerebro.
¡No me jodan más! - Dijo con tono parasitario, intentando escabullirse en las sábanas rojinegras que cubrían la cama.
Tuvo un sueño. Uno en el que se ponía de pie y no debía usar grandes zapatos. Indoloro y esperanzado, dibujaba un trazo simétrico-regularizado, algo jamás entendido y hecho, incomprensible a la vista y entendimiento de cualquier sujeto.
Un ruido acompañaba su dicha y fue entonces cuando posó el cuerpo sobre el trazo. Se aligeró por completo y sintió calma.
El hombre implosionó, sin dejar rastro alguno en el suelo.
Cae entonces al piso frío, hombre completo a medias. Refunfuña e intenta apoyar los brazos para retornar a su letargo. Pero las ilusiones nocturnas son acartonadas y cuando se anhelan, se deshacen, no sin antes burlarse de la infortunada inhabilidad humana ante ellas.
Una centinela para despertar.
Ha amanecido, las pestañas no despejan, pero el sol anuncia su presencia. Quizás ocho, quizás diez. No quiero despertarte, noté tu molestia a mitad de la noche. ¡Qué inoportuna sería al tocar el día de hoy!
Abriste los ojos y no te importó notarme cerca.
Miras la hora, fijamente.
Sé que intentas actuar bajo una muy bien disimulada calma y que no tienes motivos para hacerme esperar.
Sin embargo, no me miras y eso, no puedo soportarlo.
Entonces te grito, porque en verdad me ofendes, creyéndome ingenua.
Te limitas a voltear un poco y desvías los ojos hacia el calendario. ¿Recuerdas aquel día? Al parecer sí, porque aprietas y abres el puño y golpeas esa insensible pierna tuya.
Me parece fascinante saber que no olvidas la vez primera en la que a través de esas pupilas, viste mi reflejo. Es halgador, mas me preocupa que no hayas entendido esto del todo.
Te noto desorientado.
Sabes lo poco cautelosa que llego a ser y mi debilidad por las grandes tragedias. Sabes que me estremece un paso en falso, una mala jugada y los desastres de invierno.
Sabes de mi caos y el disfrute que me provoca.
Pero en realidad no sabes lo que haces.
Me temo por encontrarte tan perdido en mí. Buscando cualquier pretexto. Eres mortal, es poco usual, aquí me tienes de todas formas.
Último hombre en pie
Dicen que el arrepentimiento no es más que cobardía con retraso.
Cuando dejé de moverme como usualmente lo hacía, no quería culparme.
No tenía por qué.
Alguien debe pagar y en eso soy firme.
Es por eso que no di espera para ir por el primero y hacer justicia con mi mano.
La invalidez no fue impedimento y ¡vaya!, así se reduce la sospecha tan característica de todo crimen.
Pero no es crimen y yo soy justicia. Porque fui carne de cañón e hicieron de mí este medio hombre.
Visitarlos era fácil.
Sus familias no andaban al pendiente y con tres pepazos me los bajaba.
Algunos conservaban el uniforme.
Fue el siete, quedaba José Maria.
Tres de la tarde, un día sin luz.
Tenía un perro que le cuidaba el patio.
Fui cordial y el encuentro duró lo necesario.
Una vez detenido el aliento, retrocedí en busca de la puerta.
No,no,no,no puede ser.
Yo vi que se encontraba solo, el jodido animal no había ladrado y a las tres de la tarde no se está en casa.
Esquemas complejos con las posibles salidas en caso de un apuro. ¡No sirvieron de nada, de esto no saldría fácil!
Estaba ahí, de pie.
Dejó caer el camión, con ganas de gritar, yo lo oía en su silencio. ¡No lo soporté!
Quedaba una bala, accioné y dejé que ingresara, fuese donde fuese.
Miserable.
De regreso a mi acentamiento, escucho alarmas bulliciosas.
La señora del sexto piso no se calla.
Es domingo y he caído de mi cama, no resisto, soy un cobarde.
Tuve ese sueño. Como siempre.
Es Lunes, cargo una, dos, tres veces. El maldito reloj se ha dañado. Los números del calendario se burlan. Saben de mi encierro.
No éste, aquel que le precedía.
Sin despedidas, así me parece mejor.
Siete días y no más.
Con esto sello mi condena.
He enjuiciado a mis captores.
La lucha por mi libre partida ha culminado.
Y es que nunca hubo nadie, sólo un espectro.
Me hago pedazos para renacer.
La veo.
Y también al camión.
¿Qué haría usted?