Cada quien, a su modo de ser, precisa una forma de hacer catársis. El recogimiento o acongojo varía y pese a que pueden fijarse ciertas similitudes en el comportamiento de los individuos, las vertientes son inciertas y poco predecibles.
Me tomo el atrevimiento de pensar justamente en esas, las similitudes, para no sentirme tan aislada en este proceso.
No siendo muy amiga de las numeraciones, creo pertinente mencionar un temblor que momentáneamente se trepa sobre extremidades en conjunto con una sensación hielosa, similar a una mañana muy fría de martes. De repente, puntas de dedos parecen ya no sentirse y se tornan fijas, sin vida.
El llanto puede o no aparecer.
Más bien sí, pero nunca de la misma forma.
Intensidad, ritmo y tiempo de duración cambiantes; lágrimas, lagrimones, gotitas o sólo ojos apachurrados.
Ese nudito en la garganta, medio ahogado, simulando un grito mal pegado (o mejor aún, un no-grito).
Mirada fija en un punto, realmente no importa cuál.
Y luego, letargo.
Un cuerpo abandonado a sus anchas, como una escena del crimen; una muy íntima y poco oportuna.
Al iniciar este blog, anuncié a mis adentros el deseo de quitar el toque confesional que los pasados tenían... De nuevo escribo, a manera de testimonio, sin más. Así es mi voluntad 'inquebrantable'.
Esta noche, para ser honesta, eso me tiene sin cuidado.
Tengo otras marañas en la mente.
Pienso por ejemplo, que hay cosas que debo resolver y asuntos que creí olvidados pero que nada más se tomaban una siesta a cuesta mía.
Regresan y con ellos, me voy yendo, de a poquitos.
Despertar es más complicado. Ojos hinchados, labios secos y dolor de cabeza. Síntomas de malestar general y una fiebre interna que no se apaga con analgésicos. Tres resacas montadas sobre uno y sin exagerar, tal vez más.
Deseo detenerme, no lo dudo.
Poder ya es distinto.
Terminando esta entrada, queda decir que el vacío continúa.
Me siento solísima y paso por esto cada noche, agarrada de lo que puedo, como si se tratara de sosternerse y aguantarse, con miedo a que se acerque una caída vertiginosa. Espero a entraña y corazón que la calma vuelva, aunque siempre he sido más de pequeñas catástrofes. No, no deseo atención y espero que no se refleje lo contrario por lo que escribo. Sólo necesito dejar en algún lado esta constancia post-loquesea, ya que puede llegar a ser clave en un futuro proceso de desintoxicación.
Ojalá...
En serio. Ojalá.
Me tomo el atrevimiento de pensar justamente en esas, las similitudes, para no sentirme tan aislada en este proceso.
No siendo muy amiga de las numeraciones, creo pertinente mencionar un temblor que momentáneamente se trepa sobre extremidades en conjunto con una sensación hielosa, similar a una mañana muy fría de martes. De repente, puntas de dedos parecen ya no sentirse y se tornan fijas, sin vida.
El llanto puede o no aparecer.
Más bien sí, pero nunca de la misma forma.
Intensidad, ritmo y tiempo de duración cambiantes; lágrimas, lagrimones, gotitas o sólo ojos apachurrados.
Ese nudito en la garganta, medio ahogado, simulando un grito mal pegado (o mejor aún, un no-grito).
Mirada fija en un punto, realmente no importa cuál.
Y luego, letargo.
Un cuerpo abandonado a sus anchas, como una escena del crimen; una muy íntima y poco oportuna.
Al iniciar este blog, anuncié a mis adentros el deseo de quitar el toque confesional que los pasados tenían... De nuevo escribo, a manera de testimonio, sin más. Así es mi voluntad 'inquebrantable'.
Esta noche, para ser honesta, eso me tiene sin cuidado.
Tengo otras marañas en la mente.
Pienso por ejemplo, que hay cosas que debo resolver y asuntos que creí olvidados pero que nada más se tomaban una siesta a cuesta mía.
Regresan y con ellos, me voy yendo, de a poquitos.
Despertar es más complicado. Ojos hinchados, labios secos y dolor de cabeza. Síntomas de malestar general y una fiebre interna que no se apaga con analgésicos. Tres resacas montadas sobre uno y sin exagerar, tal vez más.
Deseo detenerme, no lo dudo.
Poder ya es distinto.
Terminando esta entrada, queda decir que el vacío continúa.
Me siento solísima y paso por esto cada noche, agarrada de lo que puedo, como si se tratara de sosternerse y aguantarse, con miedo a que se acerque una caída vertiginosa. Espero a entraña y corazón que la calma vuelva, aunque siempre he sido más de pequeñas catástrofes. No, no deseo atención y espero que no se refleje lo contrario por lo que escribo. Sólo necesito dejar en algún lado esta constancia post-loquesea, ya que puede llegar a ser clave en un futuro proceso de desintoxicación.
Ojalá...
En serio. Ojalá.