Existen tantas cosas sin una explicación aparente. Misterios sin respuestas que han bailado sobre las neuronas de la humanidad en una mofa pintorezca. Lo desconocido trasciende como un miedo ridículo pero enorme que se aloja en nuestra psiquis. Nada nuevo escribo en esta entrada. Todo se ha mencionado con anterioridad y confieso saberme silueta de muchos grandes que jamás alcanzaré.
Llego a preguntarme, cómo a pesar del pesimismo que me caracteriza, aún conservo esperanzas. Esperanzas que se aferran a utopías, imaginables pero no reales, no en estos tiempos. Y hablo de estos tiempos, sin haber sido parte de otros y sin prueba distinta de éstos, que el mismo testimonio de la humanidad que hoy conozco. (O mas bien, desconozco)
Una humanidad en la que el oportunismo prima y que depende de leyes tan salvajes como la supervivencia del más fuerte. Una fortaleza reflejada no en facultades, sino, en poder y poderío. Humanidad acartonada que se alimenta de tabloides, chismes y farándula. Es triste no poder ser ajena a lo anterior, porque quisiera saber más sobre mis potencialidades y menos acerca de lo que me aleja de ellas, pero también soy humana.
Y terminamos, todos nosotros, usted y yo, reproduciendo una y otra y otra vez, lo peor que tenemos para ofrecer al otro, porque así nos enseñaron que estaríamos mejor, porque usted "nace solo y muere solo, papito/mamita ".
Con uñas y dientes nos despedazamos; cañones y escopetas, cuchillos para rebanar. Artillería preparada para la desdicha, pero ojalá nadie se entere y si se entera, puede elegir, porque somos "libres". Eso sí, está entre callar o ignorar, pero nunca actuar, oponerse o si quiera indignarse, porque es en vano, porque todas las causas están perdidas, porque un individuo no puede revelarse frente al peso de la historia que el hombre ha (de)construido.
¿Para qué?
Todo sigue igual y lo repito yo, ya me lo habían dicho y debería decirlo usted también. Porque mientras escribo esto, hay gente muriendo, enfrentada al hambre, las guerras, a la abominación que es el hombre. Y usted que a su vez me lee, no hace nada, mientras alguien asesina, viola, destruye.
Mencioné aún conservar las esperanzas y sé que con lo escrito, puede parecer todo lo contrario, pero quiero y necesito una razón para no encontrar esto más absurdo.
Seré profesora y he visto en los ojos de muchos niños, seres humanos mucho mejores a los que me he topado en ciertas ocasiones. Tanto ellos, como usted o yo, nunca pedimos nacer. Estar aquí es una coincidencia no menos que trágica, porque razonamos y somos conscientes de nuestro paso en este mundo, y del simple hecho de que moriremos algún día.
Es entonces como el afán de trascender, termina agobiando a unos cuantos y terminamos envueltos en una competencia que finaliza el día que perdemos el aliento...
Llego a preguntarme, cómo a pesar del pesimismo que me caracteriza, aún conservo esperanzas. Esperanzas que se aferran a utopías, imaginables pero no reales, no en estos tiempos. Y hablo de estos tiempos, sin haber sido parte de otros y sin prueba distinta de éstos, que el mismo testimonio de la humanidad que hoy conozco. (O mas bien, desconozco)
Una humanidad en la que el oportunismo prima y que depende de leyes tan salvajes como la supervivencia del más fuerte. Una fortaleza reflejada no en facultades, sino, en poder y poderío. Humanidad acartonada que se alimenta de tabloides, chismes y farándula. Es triste no poder ser ajena a lo anterior, porque quisiera saber más sobre mis potencialidades y menos acerca de lo que me aleja de ellas, pero también soy humana.
Y terminamos, todos nosotros, usted y yo, reproduciendo una y otra y otra vez, lo peor que tenemos para ofrecer al otro, porque así nos enseñaron que estaríamos mejor, porque usted "nace solo y muere solo, papito/mamita ".
Con uñas y dientes nos despedazamos; cañones y escopetas, cuchillos para rebanar. Artillería preparada para la desdicha, pero ojalá nadie se entere y si se entera, puede elegir, porque somos "libres". Eso sí, está entre callar o ignorar, pero nunca actuar, oponerse o si quiera indignarse, porque es en vano, porque todas las causas están perdidas, porque un individuo no puede revelarse frente al peso de la historia que el hombre ha (de)construido.
¿Para qué?
Todo sigue igual y lo repito yo, ya me lo habían dicho y debería decirlo usted también. Porque mientras escribo esto, hay gente muriendo, enfrentada al hambre, las guerras, a la abominación que es el hombre. Y usted que a su vez me lee, no hace nada, mientras alguien asesina, viola, destruye.
Mencioné aún conservar las esperanzas y sé que con lo escrito, puede parecer todo lo contrario, pero quiero y necesito una razón para no encontrar esto más absurdo.
Seré profesora y he visto en los ojos de muchos niños, seres humanos mucho mejores a los que me he topado en ciertas ocasiones. Tanto ellos, como usted o yo, nunca pedimos nacer. Estar aquí es una coincidencia no menos que trágica, porque razonamos y somos conscientes de nuestro paso en este mundo, y del simple hecho de que moriremos algún día.
Es entonces como el afán de trascender, termina agobiando a unos cuantos y terminamos envueltos en una competencia que finaliza el día que perdemos el aliento...